Estamos en un aula sin gestos, sin mates compartidos, sin murmullos ni comentarios ocurrentes.

No tenemos el rostro del otro para darnos cuenta quien se perdió en la explicación, quien se aburrió o quien por un momento se escapó a la luna, ese lugar a donde vamos todos para un recreo mental cuando estamos agotados.

Nos pesa perder el diálogo por lo que inventamos mil artilugios para retroalimentarnos. Los foros, los chats, la mensajería interna;  se han transformado en nuestros aliados, permitiendo un ida y vuelta comunicacional. 

Las videoconferencia, una caricia al alma, un evento comunitario en el que adivinamos gestos y en el que intentamos mirarnos a los ojos a través de una pantalla.

Aunque sea diferente y no era lo que esperábamos, estamos cursando el cuatrimestre. En un aula cargada de preguntas, dudas, ansiedades. En un espacio con mates individuales y con ruido a hogar. En un aula con sonido a teclas y con palabras mudas que se leen en un murmullo.

“Nos leemos” es una frase que se ha hecho cotidiana. Leer al alumno para acompañarlo, para decirle que estamos del otro lado, para animarlo a aprender de otra manera. Nos leemos, murmuramos mientras coloreamos nuestras frases para darles un toque afectuoso.

Y  mientras nos leemos nos sentimos un poquito más cerca, en un espacio de internautas que aprenden día a día a resignificar la educación.